El divorcio, siempre produce un alto impacto emocional en los hijos. Atenuar este impacto para que sus consecuencias no acarreen un daño irreversible en su desarrollo psico - evolutivo, así como, alcanzar una reorganización familiar viable, es crucial para los niños.
Pareciera que los matrimonios duran cada vez menos tiempo y no es raro ver padres que se separan con hijos pequeños, a los que les espera una larga tarea de crianza por delante. Es muy importante que estos padres sepan cuales son las reacciones más comunes de los chicos y cómo actuar. Los progenitores que se divorcian, aún los que no querían hacerlo, sienten culpa y por lo general la culpa los vuelve incompetentes para cumplir con las funciones normativas.
Por otro lado, cuando se trata de bebes o niños pequeños, los padres creen que ellos no perciben lo que pasa en su familia y esto es un error, porque los chicos pequeños desarrollan síntomas.
El aumento del número divorcios en los últimos años, es una penosa realidad social. Entre el 40 y 50 % de las primeras uniones termina en separación o divorcio y la inmensa mayoría de estas personas son progenitores.
Cuando la separación es un hecho y no hay vuelta atrás, tomar los recaudos necesarios para disminuir el impacto de la ruptura marital en los hijos debe ser prioridad uno para los padres. Hay dos cosas que en estas circunstancias deben saber: la primera es, nadie mejor que ellos para ayudar a sus hijos a transitar la crisis y la segunda, que para ayudar a sus hijos deben estar bien informados. El efecto reparador que produce en los niños, especialmente en los más pequeños, el mensaje dicho por ambos padres: "aunque ya no vivamos todos juntos, los dos te vamos a seguir queriendo mucho toda la vida y te vamos a seguir cuidando juntos", no puede ser superado.
El divorcio es siempre para los hijos una experiencia diferente que para los padres: la familia en la cual los niños nacieron, crecieron y vivieron toda su vida se muere y cualquiera fueran sus deficiencias, sienten que es la entidad que les brinda el apoyo y la seguridad que necesitan. El ser humano, al nacer, requiere del cuidado de sus progenitores durante mucho más tiempo que cualquier otra especie y los niños son conscientes de esa dependencia.
Investigadores de distintas especialidades han estudiado los efectos del divorcio en los niños y adolescentes, pero no hay conclusiones unánimes. Un estudio publicado por UNICEF señala que las consecuencias pueden ir de moderadas a graves, de transitorias a permanentes y que dependen: 1) del grado del conflicto previo, especialmente que se involucre o no a los hijos, 2) del ejercicio o no de la coparentalidad (crianza conjunta de los hijos) y 3) de los efectos del deterioro económico y del estilo de vida que por lo general trae aparejado.
El divorcio se ha instituido para los cónyuges, no para los padres, no existen "ex hijos" ni "ex padres". Los esposos no se divorcian de sus hijos, ni entre sí como padres, o... al menos, no deberían hacerlo.
El divorcio disuelve el vínculo conyugal que une legalmente a los esposos y les devuelve la aptitud nupcial, pero conserva el vínculo parental que los une cómo padres. Esta disolución implica la transformación de la familia nuclear original - constituida por padres e hijos - en una familia con una estructura diferente: la familia binuclear, con dos núcleos representados por la casa de la mamá y la casa del papá. Este tipo de configuración familiar requiere para ser viable, el ejercicio conjunto de la parentalidad o coparentalidad. Es decir, la familia del divorcio es viable en tanto los padres cumplen conjuntamente las funciones de crianza.
Los divorcios que afectan la coparentalidad se conocen como divorcios destructivos y sus consecuencias adversas para los hijos son irreparables.
Las reacciones y sentimientos de los niños dependen de diferentes factores: edad, explicaciones recibidas, continuidad de la relación con ambos progenitores, acuerdos o desacuerdos entre los padres, grado de hostilidad entre los mismos, intervención de otros adultos o sistemas, etc.
Entre los 3 y 5 años,
Es común que los niños pequeños esperen la reconciliación durante varios años. También creen ser responsables por el divorcio y como si hubieran hecho algo malo, se preguntan sí el papá (o la mamá) se fue porque ellos hicieron algo que no debían.
Pueden desarrollar:
- conductas regresivas, como: orinarse en la cama, succionar el pulgar, hablar como bebé o portarse mal
- miedo ante el derrumbe de la estructura familiar
- miedo a no ver más al padre que se va de la casa o a que el otro lo abandone
- miedo a que los padres dejen de quererlo. Miedo al rechazo.
- enojo, que manifiestan golpeando o rompiendo sus juguetes
- tristeza, depresión, baja autoestima
- se sienten responsables del divorcio: auto - acusaciones
- preocupación
- usan la fantasía para negar lo que está sucediendo e imaginan que "sus padres se volverán a unir".
En esta etapa, los padres los ayudan cuando:
- les aseguran una y otra vez que los quieren y los querrán siempre. Hay que repetírselos y demostrarlo tanta veces como sea necesario,
- les aseguran que verán regularmente al padre que no convive (si efectivamente va a ser así),
- les aseguran que no son responsables del divorcio,
- les dicen que ellos también lamentan el divorcio y no haber podido resolver las cosas de otra manera,
- los escuchan, permitiéndoles expresar su tristeza y su enojo,
- les brindan apoyo y compresión,
- no hablan mal del otro padre en su presencia. Los niños reciben cómo dirigida hacia su propia persona cualquier apreciación negativa o injuriosa que recaiga sobre un progenitor,
- no los usan como mensajeros, espías o rehenes,
- no les piden información acerca de que cosas tienen o hacen en la otra casa,
- no los involucran en las peleas,
- discriminan su rol de padres de su rol de ex cónyuges,
- les explican las visitas y otros cambios que sucederán.
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